2009
La organización decidió este año reducir en un día, de seis a cinco, la duración habitual del Festival, debido a los efectos de la crisis económica y como mejor medida para garantizar la continuidad del Heineken Jazzaldia con su elevada calidad artística y la entusiasta respuesta popular.
44 Heineken Jazzaldia
El Festival tuvo un comienzo brillante con los conciertos de Dave Douglas Brass Ecstasy, Brad Mehldau y Micah P. Hinson en el Teatro Victoria Eugenia y el Auditorio del Kursaal.
La apuesta del Heineken Jazzaldia por abrirse hacia un público juvenil y multitudinario quedó refrendada el segundo día con la marea humana que invadió la Playa de Zurriola para ver en el Escenario Verde a Russian Red y a Vetusta Morla. Al mismo tiempo, Animal Collective entusiasmó a sus seguidores en el Auditorio del Kursaal.
Antes, el Festival vivió un momento emocionante: el regreso a la histórica Plaza de la Trinidad, tras un año sin poder utilizarla por obras. El honor le correspondió a Esperanza Spalding, una contrabajista y cantante con mucho futuro por delante. Después salió a escena uno de los pianistas de jazz más importantes, Randy Weston, pionero en la fusión con músicas africanas, para lo que se rodeó de un colorista plantel de músicos marroquíes.
Orquesta Buena Vista Social Club abarrotó el Victoria Eugenia con su música popular cubana y contó en todo momento con la simpatía del público.
También mucha gente durante todo el día en las terrazas del Kursaal, donde hubo todo tipo de propuestas. Dentro del programa Puentes 2016 para impulsar la candidatura de San Sebastián a Capital Europea de la Cultura 2016, actuaron el grupo noruego In the Country y las bandas polacas Klezmafour y Lubliner Klezmorim.
La tercera jornada del Heineken Jazzaldia fue una fiesta del jazz y una fiesta popular. Un jovial Roy Haynes, de quien nadie diría que tenía entonces casi 84 años, recibió el prestigioso Premio Donostiako Jazzaldia. El público llenó la Plaza de la Trinidad, donde también tocó con su solidez acostumbrada Joe Lovano al frente de Us Five.
Cuando un músico es elegante, su forma de tocar es elegante y sus acompañantes son elegantes, seguro que estamos hablando de ese hito de la historia del jazz que deleitó en el Auditorio del Kursaal: Hank Jones en trío.
Solo los muy grandes compositores y directores de orquesta son capaces de mantener una big band durante mucho tiempo. Carla Bley, que actuó en el Teatro Victoria Eugenia, la mantiene desde 1971.
La fiesta popular se extendió por la Zurriola y sus alrededores, con el Escenario Verde acaparando a un público joven que primero aclamó al noruego Nils Petter Molvaer y luego a los españoles Facto Delafé y las Flores Azules.
Durante el fin de semana, era como si toda la ciudad y todos los visitantes se hubieran puesto de acuerdo en abarrotar los escenarios del Festival. Black Joe Lewis & The Honeybears habían prometido poner a toda la playa a bailar con su soul-rock y cumplieron con creces. Mientras, en el Victoria Eugenia el público sentía esa emoción que produce el arte en estado puro. Estaba tocando Abdullah Ibrahim. La misma emoción que sintieron pocas horas antes los que asistieron al recital de Hank Jones y Joe Lovano en el Auditorio del Kursaal.
En “la Trini”, la gente disfrutó con el jazz adobado de flamenco de la Perico Sambeat Big Band y del flamenco aderezado con soul de un Pitingo saleroso.
Llegó la última jornada. La Plaza de la Trinidad estaba llena hasta la bandera y con el público participando en el espectáculo ofrecido por un pletórico Jamie Cullum, que bajó a cantar en medio de la gente. La actuación previa de Mélissa Laveaux ya había dibujado la sonrisa en el rostro de los asistentes.
James Taylor, uno de los cantantes que más huella han dejado en las últimas décadas, era ese año uno de los nombres más demandados en el circuito de festivales. San Sebastián lo tenía y su concierto en el Auditorio fue fantástico.
Fantásticos de otra manera, llenos de fantasía musical, son The Bad Plus. A estos se les ocurre cualquier cosa y la convierten en música, y en un marco como el Teatro Victoria Eugenia dieron lo mejor de sí.
Cuando el gran escultor donostiarra Eduardo Chillida imaginó Chillida Leku y colocó allí sus obras, quizá no pensó que podría ser también un lugar extraordinario para escuchar música. Lo es. Un impresionante recital del trío encabezado por Arild Andersen en un escenario entre los árboles, con la gente sentada en el césped, en un soleado mediodía veraniego.... No hay muchos festivales ni muchas ciudades que puedan ofrecer algo así.
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