Fue el año de todos los récords hasta entonces: en el número total de actuaciones y de conciertos gratuitos, en la recaudación por venta de entradas y de productos relacionados con el Festival... pero sobre todo récord de público: 106.000 personas siguieron las diferentes propuestas del Jazzaldia, un incremento muy sustancial, a pesar de que ya en los años anteriores se habían alcanzado cifras muy elevadas de participación popular.

Shirley Horm.
Shirley Horm.

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La ocasión era especial: el Festival llegaba a su edición número 40. Un cumpleaños redondo y una buena oportunidad para mirar decididamente hacia el futuro aprovechando la experiencia adquirida. Hubo sitio para el homenaje, en concreto al gran Charles Mingus, y para recuperar a músicos que ya habían dejado un buen sabor de boca en San Sebastián, pero también para grandes figuras que aún no se habían presentado en el Jazzaldia y para artistas novedosos que, sin duda, serán cabezas de cartel no tardando mucho.

Charles Mingus tiene ya en San Sebastián un reconocimiento palpable a la importancia que sus dos conciertos, en 1974 y 1977, han tenido en la historia de este Festival. Una placa de mármol colocada sobre las nobles paredes de la Plaza de la Trinidad, inaugurada el 26 de julio por su viuda, Sue Mingus, y el director del Festival, Miguel Martín, le recordará para siempre. Por cierto, la Mingus Big Band dio ese día el concierto de su vida, quizá espoleada por ese homenaje.

La alineación de este 40º Jazzaldia era ciertamente espectacular, y el público respondió colgando el cartel de “no hay entradas” para los dos conciertos de Van Morrison, el de Keith Jarrett (Premio Donostiako Jazzaldia de este año) y el de Roberta Flack, todos ellos en el Auditorio del Kursaal. No era sorpresa que sucediese tal cosa hablando de semejantes monstruos de la escena; pero la campanada la dio Antony & The Johnsons, que agotó también todo el taquillaje del Auditorio para el concierto que ofreció a medianoche. Aunque no llenó, fue muy interesante la propuesta de Phil Woods (Premio Donostiako Jazzaldia 1995), que recreó las excelsas baladas que grabó Charlie Parker con orquesta de cuerda, y contó para ello con la colaboración de la orquesta vasca Et Incarnatus.

También registraron sendos llenazos el concierto en “la Trini” de Amos Lee, reciente hallazgo de Blue Note, y el veterano Joe Cocker, que sigue manteniendo toda su capacidad de encandilar al público, y el protagonizado por el entrañable Bebo Valdés (que en 2003 recogió el Premio Donostiako Jazzaldia) y el padre del Tropicalismo brasileño, Gilberto Gil. Ese venerable recinto, alma del Jazzaldia, escuchó mucho jazz del bueno, suministrado por Benny Golson y Cedar Walton al frente de los Original Messengers, la Dave Holland Big Band, la mencionada Mingus Big Band y los siempre rompedores Medeski, Martin & Wood. Y también vibró con el gospel auténtico de los Blind Boys of Alabama.

Como parte de la mirada atrás en este aniversario, el Festival hizo dos encargos artísticos concretos: Iñaki Salvador montó un noneto con algunos de los músicos vascos de jazz más representativos, todos los cuales habían participado en ediciones anteriores del Festival, y Bob Sands dirigió la Big Band del 40 Aniversario, una reunión de dieciséis de los mejores talentos del jazz español. Y también rescató al batería polaco Zbigniew Lewandowski, que en los años 80 ganó el Concurso Internacional con el grupo Crash y que seguía manteniendo toda su energía con su formación Wild Cats.

Una vez más, fueron las Terrazas del Kursaal y la Playa de Zurriola las que atrajeron como un imán a público de todas edades y procedencias. Al reclamo de la gratuidad de los conciertos, de un tiempo excelente que únicamente se truncó una noche y, sobre todo, de un programa impresionante, miles de personas se congregaron cada día, desde la tarde hasta la madrugada, para disfrutar del momento.

El Escenario Verde acogió las propuestas más bailables y la playa se llenó de gente: más de 8.000 personas se dejaron incendiar por el saxo de Maceo Parker, pero también una muchedumbre siguió a Eric Burdon, BossaCucaNova, Brazilian Girls, Marlango, Djavan y Trio Exklusiv (otra de las grandes sorpresas de esta edición). En la Carpa Heineken no cabía nadie más durante los conciertos de Tony Joe White, Clunia, Just Friends, Nylon y Haydée. El Espacio Frigo estuvo siempre concurrido, pero especialmente para ver a La Locomotora Negra, L’Occidentale de Fanfare y el Sexteto de Perico Sambeat.

En el marco de las Terrazas del Kursaal tuvieron también la oportunidad de darse a conocer nueve grupos formados por estudiantes de Musikene (Centro Superior de Música del País Vasco) y de la Escuela Municipal de Música. En torno a esas dos instituciones se está creando un renacimiento del ambiente jazzístico, con una proliferación de bandas muy jóvenes.

Siempre atento a la búsqueda de nuevos escenarios, el Jazzaldia descubrió un nuevo recinto muy idóneo para el jazz: el Museo Chillida-Leku. El concierto que dio allí el Kenny Barron Trio, bajo los árboles y con el público sentado en la hierba a la sombra de las colosales esculturas de Eduardo Chillida, fue uno de los momentos mágicos de la historia de este Festival. Kenny Barron (Premio Donostiako Jazzaldia 2000) se prodigó en San Sebastián, ofreciendo además un dúo de pianos con Mulgrew Miller en el Auditorio y una actuación al frente de su cuarteto en la Plaza de la Trinidad.

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Fotografías del Festival

Cartel

Cartel 40 Jazzaldia 2005.

Cartel 40 Jazzaldia 2005.